LECTURA: BUENA SUERTE O MALA SUERTE
La
vida nos presenta tanto situaciones favorables como situaciones adversas y
todas estas situaciones nos enseñan cosas válidas.
Así
las situaciones que a primera vista nos parecen obstáculos importantes, pueden
convertirse en una bendición, enseñarnos cosas importantes o llevarnos a una
dirección acertada. También puede ocurrir al revés… una cosa bella se puede
convertir en una pesadilla. Pero aunque esto es así… normalmente después de la
tempestad volverá nuevamente el mar en calma.
Así
que es mejor no entrar en estados de euforia cuando parece que la suerte te
sonríe, ni deprimirte cuando se presenta un obstáculo grande en tu vida. Lo
ideal es aceptar las cosas tal como vienen y responder a ellas con calma y
ecuanimidad.
BUENA SUERTE O MALA SUERTE
En una aldea pequeña, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.
Un
día, un precioso caballo negro salvaje bajó las montañas galopando y entró en
su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto
de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso
a comer.
El
joven hijo del campesino lo vio y pensó:
– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!
– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!
Sin
dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera
escapar.
En
pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a
felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo
como ese todos los días!
El
alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le
susurró al oído:
– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!
– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!
El
hombre, sin inmutarse, respondió:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Los
vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía
claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde
habían venido.
A
la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron
que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar
a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de
nuevo a casa del granjero.
Uno
de ellos, habló en nombre de todos.
– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado ¡Qué mala suerte!
– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado ¡Qué mala suerte!
Una
vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Todos
se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo
con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.
Pasaron
unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de
otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de
potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello
espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.
Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada.
Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada.
Una
mujer se atrevió a levantar la voz:
– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!
– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!
Una
vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Desde
luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una
explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se
daba cuenta de lo afortunado que era?
Pasaron
unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora
de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los
compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.
Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.
Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.
No
quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora.
Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para
enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna
rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en
reposo sin moverse de la cama.
El
panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera
quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al
campesino:
– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!
– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!
Cómo
no, la respuesta fue clara:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Los
vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!
El
chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más
que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido
que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los
consejos del doctor.
Una
tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el
ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban
reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los
enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de
esperar, también llamaron a la del campesino.
–
Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas
¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de
la nación!
El
anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el
enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de
magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que
estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un
informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.
Muchos
vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:
– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!
– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!
¿Sabes
qué respondió el granjero?…
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Adaptación
de un antiguo cuento chino.
¿QUE OS HA PARECIDO? ¿ QUE CONCLUSIONES SACÁIS DEL TEXTO? ¿OS HA GUSTADO?
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Me gustó el texto. Lo que me da a entender es que la suerte es depende como se mira. Puede mirarse de una manera o otra. Se puede dar las dos circunstancias. Según se mira puedes sentirte afortunado o no. David R.
ResponderEliminarJakeline,me gustó el texto, pero kede con la duda como todos los vecinos porque el campesino siempre contestaba buena suerte mala suerte kien sabe
ResponderEliminarBonito cuento. Resumiendo lo con un refrán, se puede decir que "no hay mal que por bien o venga." El chico se rompió una pierna, lo cual es una desgracia, pero gracias a eso, se vio exento de ir a la guerra, y por eso, puede sentirse afortunado.
ResponderEliminarJose Antonio Glez
Me ha gustado la historia y gracias al caballo salvo su vida el chico jacobo
ResponderEliminarLa historia esta muy bien, las cosas hay que afrontarlas lo mas centrado
ResponderEliminarposible, no desplazarse a los extremos. Respecto a la fabula, me gusto
lo de la suerte: por mi parte no creo en ella. Si el campesino respondia
¿Buena suerte? ¿mala suerte? ... ¡Quien sabe!, yo creo que era sabio
porque no hay buena suerte o mala, siempre en lo bueno hay algo malo y
en lo malo hay algo bueno.
La historia está bien, solo que te deja con la misma intriga que a los vecinos.
ResponderEliminarLa conclusión que saco es que todo es relativo. La misma cosa, dependiendo de como se mire, tiene su parte buena y su parte mala. Es cuestión de enfoque.
Emi
es muy interesante
ResponderEliminarCreo que toda cosa positiva que te pase conlleva algo negativo que puede suceder, y que con cualquier cosa negativa que te pase siempre viene encaminada alguna cosa positiva que no esperas, asi que nunca puedes ver con objetividad si algo va a resultarte de una manera o de otra, siempre en lo bueno hay algo malo y en lo malo hay algo bueno y esto ocurre constantemente.
ResponderEliminarE. Ivan